Llego de la escuela, lo
primero que hago al entrar a mi habitación es encender la luz y luego el aire
acondicionado, en cuestiones de segundos cambio de posición las llaves y cierro
con todo el seguro la puerta, afuera solo queda rebotando el sonido del golpe
seco que eso produce. Mi vista recorre el espacio casi vacío del perfecto cubo
que me envuelve, respiro profundo y me deshago de todo lo que llevo encima. Con
movimientos flojos me tiro a la cama y quedo mirando el blanco del techo que me
cobija, lo miro hasta que mis ojos se cansan y los párpados caen cual persiana
bien ajustada. Así son todas mis tardes de la semana, excepto los domingos. Es
así como empieza mi mente a volar y a recordar todo lo que hice en el día.
Vagando en mis recuerdos a
veces me pregunto para qué… ¿Para qué me vine de mi hogar y dejé a toda mi
familia y amigos?, ¿Para qué me vine a estar solo en un cuarto en vez de
disfrutar de toda la comodidad de mi casa?, ¿Para qué dejé de disfrutar del
calor de la persona que amo y preferí estar pasando frío en una cama ajena?,
¿Para qué decidí venirme de tan lejos a estudiar cocina en condiciones de beca-trabajo?,
¿Para qué pasé de tener tres comidas diarias seguras a tener solo una?, ¿Para
qué Oscar?, ¿Para qué?. Las preguntas siempre surgen en los momentos más
difíciles, en esos momentos que ataca la ansiedad y te provoca salir corriendo
y volver a atrás. Pero justo allí es donde necesitas ser más fuerte y resolver.
¿Cómo resuelvo yo?, con más respuestas y menos preguntas. Estoy aquí por un
gran propósito, y es aprender. Aprender de cocina lo más que pueda, pues es en
la cocina donde me siento como pez en el agua. Es trabajando en cocina donde me
veo toda mi vida, trabajando para servir y ver caras sonrientes que me digan lo
bueno que quedó mi plato. Eso me mueve, eso motiva mi espíritu y me hace feliz
en todos los sentidos. Me mueve el hecho de que quiero hacer sentir orgullosos
a mi familia de lo que escogí, de mi elección, que mi felicidad sea la de
ellos. Que de verdad me crean que se puede vivir de esto, que puedo ser exitoso
cocinando si yo quiero.
Soy bueno creyendo en Dios,
estoy seguro que me acompañará en todos los emprendimientos gastronómicos que
inicie. Soy bueno creyendo en que es sano ver el lado más bonito de las
personas, capaz eso me ayude a conseguir mejores personas con quien conformar
equipos en cocina. Soy bueno escribiendo cuando me lo propongo, eso me ayudará
con los libros de cocina que pienso publicar. Soy bueno afinando mi voz, así
que cuando esté solo en la cocina finiquitando preparaciones podré acompañarme
cantando una buena canción. Soy bueno en la repostería y le tengo mucho respeto,
eso me hará diferenciable en la tienda de dulces que seguro montaré. Soy bueno
expresándome en público, eso me ayudará con las clases de cocina que pienso en
algún momento dar. Soy bueno cumpliendo órdenes, eso mucha gente seguro me lo
agradecerá. Soy bueno haciendo pan, así que ese pan de cada día, no faltará en
mi mesa. Todo me lleva siempre a lo mismo, tiene que ser una señal.