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sábado, 5 de abril de 2014

Perdemos la juventud

Perdemos la juventud el día que dejamos de ser ácratas; el día que comenzamos a comprender y a disculpar al sistema.

Perdemos la juventud el día que dejamos de soñar con el paraíso en la tierra, un paraíso para todos; el día que empezamos a llamar con desprecio utópicos a los que siguen soñando; el día que se nos despierte el sentido práctico y entramos en el juego y aceptamos las reglas.

Perdemos la juventud el día que nos levantamos dispuestos a vendernos al mejor postor y al mejor impostor; el día que nos doblemos a la sinrazón de la fuerza y del chantaje.

Perdemos la juventud el día que en nuestros cuarenta principales llega al número el dinero; el día que admitimos que todo y todos tenemos un precio; el día que estemos dispuestos a vender cualquier cosa, si no por un plato de lentejas, por unos kilos de papel.

Perdemos la juventud el día que aceptamos al ganador y no damos un duro por una causa perdida.

Perdemos la juventud el día que aceptemos que esto es lo que hay, que siempre ha sido así y que no se puede hacer nada para cambiarlo.

Perdemos la juventud el día que nos miremos a un espejo y no se nos cae la cara de vergüenza porque hemos perdido la vergüenza.

Perdemos la juventud el día que miramos alrededor y sólo vemos lo que puede verse; el día que alargamos la mano y sólo tocamos lo que puede tocarse.

Perdemos la juventud el día que el mundo deja definitivamente de ser mágico.
Por: Jesús Quintero

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